Michael Oghia es una de las voces más destacadas en la inclusión de la sostenibilidad en la agenda de las comunidades de gobernanza de Internet y derechos digitales. Nos anima a ver la interconexión entre la sostenibilidad medioambiental, los derechos humanos y el cambio climático, todos ellos inextricablemente ligados a Internet.
Probablemente todes estemos de acuerdo en que 2020 ha sido un año difícil. Pero si algo nos ha enseñado es que todo en este planeta está intrínsecamente interconectado. Aunque la globalización, los brotes víricos o las crisis nacionales no son nada nuevo el hecho es que ahora tenemos una comprensión cruda y aleccionadora de cómo, por ejemplo, une agricultore con tos en una parte del mundo puede tener un impacto significativo y consecuente en une comerciante en otra. No está claro qué lecciones sacaremos como colectivo o cuál será el impacto a largo plazo -un podcast reciente de Radiolab analizaba cómo la pandemia de gripe española de 1918 transformó el mundo de forma permanente-, pero una cosa es segura: el "sálvese quien pueda" será nuestra perdición.
La misma lógica que se aplica a la pandemia que estamos viviendo se extiende a un acontecimiento global mucho mayor y sin duda aún más impactante: la crisis climática. El carbono emitido en una parte del mundo afecta a otra (a menudo de forma desproporcionada a los países menos desarrollados); sin embargo, está claro que todes sufrimos las consecuencias si el clima se vuelve inhóspito.
Cuando se trata de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se aplican principios similares a nuestra huella global. Las crecientes demandas de una sociedad interconectada y dependiente de Internet están contribuyendo a niveles de consumo energético sin precedentes, a la extracción de minerales conflictivos, a la generación de residuos electrónicos ("e-waste") y su posterior vertido en algunas de las comunidades más empobrecidas, al cambio climático y a los efectos negativos sobre los paisajes naturales vulnerables y las comunidades marginadas de todo el mundo. Y al igual que los factores contribuyentes están interrelacionados, también lo están los impacts.
El año pasado, cuando aún podía aventurarme más allá del salón de mi casa, visité una exposición de arte en Viena como parte de una conferencia a la que asistí. Había una instalación que me llamó especialmente la atención: Anatomía de un sistema de IA.
Les artistas, Kate Crawford y Vladan Joler, ilustraron bien este predicamento utilizando un Amazon Echo en lo que llaman "un mapa anatómico del trabajo humano, los datos y los recursos planetarios." Al deconstruir una sola pieza de tecnología en sus partes subsiguientes se visualiza no sólo lo interconectado que está nuestro mundo digital sino también su conexión con el natural. Al fin y al cabo, aunque sea fácil centrar nuestra atención en el "ciber" del ciberespacio éste tiene que existir en alguna parte. Ese "espacio" no es sólo un hilo de Reddit, protocolos de software o una wiki sino un centro de datos, la energía que se consume para crear un iPhone, los cables y alambres que conectan los continentes e incluso los satélites que orbitan la Tierra transmitiendo las señales. Divorciar los dos es imposible; tanto nuestra tecnología como los espacios virtuales reflejan la vida real porque son la vida real. Y al igual que la desinformación causa estragos en la red nuestros hábitos virtuales también repercuten en el entorno fuera de la línea.
Como ya he subrayado en el pasado, la sostenibilidad es en muchos sentidos una condición fundamental, aunque no escrita, de la democracia moderna, sobre todo porque está íntimamente entrelazada con la desigualdad y el acceso a la información. Ambas son vínculos críticos para la educación y la democracia, y herramientas como Internet ayudan a facilitar las funciones de la ciudadanía que están destinadas a empoderar a la población y a exigir responsabilidades a les funcionaries elegidos. Y aunque la capacidad de participar en la sociedad en línea promueve la inclusión social muches siguen estando excluidos de la ciudadanía digital. De hecho, el acceso a la información a través de las TIC es fundamentalmente desigual, especialmente en el Sur Global.
Es fácil dejarse llevar por las grandes visiones de los resultados futuros, pero el verdadero énfasis debe ponerse en el proceso. En el centro de todo esto están las comunidades que en última instancia se ven afectadas, así como la realidad de que no podemos discutir legítimamente el acceso a Internet y el tipo de Internet que necesitamos construir sin abordar la sostenibilidad. En 2017 propuse que deberíamos dar prioridad a un nuevo marco para abordar la desigualdad que existe en línea, uno que haga especial hincapié en fomentar el "acceso sostenible", es decir, la capacidad para cualquier usuarie de conectarse a Internet y permanecer conectade a lo largo del tiempo. En el momento de escribir estas líneas poco más de la mitad de las personas del mundo están conectadas a Internet, mientras que más de 3,5 billones no tienen acceso a una electricidad fiable (y algo menos de un billón no tienen acceso a la electricidad en absoluto). ¿Cómo esperamos que personas y comunidades que ni siquiera están conectadas a las redes eléctricas participen en línea en idiomas que probablemente no hablan o con un dispositivo que, si pueden acceder y pagar, ni siquiera puede cargarse correctamente?
A la hora de imaginar la verdadera Internet del futuro que necesitamos es necesario descartar algunas de las fantasías de la ciencia ficción. El futuro de Internet para billones de personas alrededor del mundo, especialmente las no conectadas, no es la realidad virtual ni los coches autodirigidos. Se trata de sitios web de baja potencia con contenidos en idiomas locales y planes de datos móviles que alguien que viva con menos de tres euros al día pueda realmente permitirse utilizar para poder hablar con familiares lejanos y obtener los últimos informes meteorológicos vitales para su subsistencia (como por ejemplo, si debe ir al mercado ese día o plantar un campo). Pero tener en cuenta las necesidades de los más vulnerables requiere de los más vulnerables. Conseguir que Internet sea más inclusivo no es imposible, y hay muchos obstáculos que superar, pero es crucial amplificar esas voces y reconocer la naturaleza holística de la inclusión digital.
¿Dónde reunimos todos los elementos? ¿Qué mecanismos existen para que podamos, por ejemplo, abordar el intercambio de datos y la protección de la privacidad a la hora de debatir las mejores formas de integrar las distintas soluciones inteligentes para una mejor gestión de la energía, pero también para salvaguardar colectivamente a los gorilas que se están extinguiendo debido a los minerales -extraídos en la República Democrática del Congo y países vecinos mediante mano de obra conflictiva- que se utilizan en los dispositivos que hacen posibles las soluciones inteligentes?
Estos problemas tienen tantas capas y abarcan tantos ámbitos que es imperativo que trabajemos juntes en ellos, independientemente de que seas une desarrolladore, une ingeniere, une activista, une experte en políticas, une directore de marketing o cualquier cosa intermedia. Al igual que yo, no tienes que ser necesariamente una "persona técnica" para abogar por un cambio significativo (aunque ciertamente puedes hacerlo si lo eres). Al contrario, cada une de nosotres tiene un papel que desempeñar, y la colaboración nunca ha sido tan necesaria. La forma de hacerlo bien puede ser a través de los procesos y foros existentes de la gobernanza de Internet. Ya existen múltiples paralelismos entre los esfuerzos por gestionar y regular Internet y los esfuerzos por mitigar el cambio climático. Ambos se basan en la experiencia de múltiples sectores para generar cualquier tipo de resultado significativo (lo que se conoce como el modelo de múltiples partes interesadas), y ambos tratan de abordar desafíos que trascienden las fronteras nacionales y una solución única. Están intrínsecamente conectadas, si no por el tema, entonces por la estructura.
Y no es que no existan comunidades a las que recurrir para hablar del nexo entre la tecnología, el medio ambiente y los derechos humanos. Desde la comunidad TIC para la Sostenibilidad ("ICT4S"), centrada en el ámbito académico, hasta la red de profesionales que trabajan en la economía circular, existe una amplia experiencia para ayudar a dar forma a estos importantes debates políticos. De hecho, según mi experiencia, hay muchos debates e intercambios intracomunitarios sobre este tema, pero el intercambio de conocimientos entre comunidades es prácticamente inexistente. Aparte de algunos eventos útiles, en última instancia ad hoc, organizados aquí y allá, no existe un enfoque sistemático para abordar la sostenibilidad de las TIC de una manera más holística, colaborativa e inclusiva.
En cambio, la mayoría de las cuestiones relacionadas con la sostenibilidad -desde el uso de la energía hasta el vertido de residuos electrónicos- se abordan con un enfoque "aislado", es decir, de forma más fragmentaria y limitada. No hay un lugar específico ni un foro dedicado a las múltiples partes interesadas, ni siquiera una mención dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una perspectiva que he criticado mucho. Esto no solo es ineficaz sino que ignora por completo la interconexión que existe entre ingenieres y diseñadores, cadenas de suministro, fabricantes, clientes, recolectores de residuos y un sinfín de otras personas. No se trata de menospreciar las medidas que se están tomando. En todo caso es una llamada de atención para que quienes nos preocupamos por esto nos demos cuenta de que nuestro poder es la solidaridad.
Como subrayé durante una sesión de estrategia en la RightsCon Online 2020, en la que se debatió cómo crear una hoja de ruta para la acción política en relación con la sostenibilidad medioambiental y la gobernanza de Internet, el hecho es que no podemos estar en todas partes todo el tiempo. Hay tantas cuestiones implicadas que abarcan tantas agendas y conocimientos que tenemos que trabajar en ellas juntes. Tenemos que hacer una polinización cruzada entre las comunidades que trabajan en estos temas y tender puentes entre nosotres y las personas, instituciones y empresas que influyen en la toma de decisiones, incluidos los gobiernos locales y regionales. La gobernanza de Internet presenta un marco que puede hacer realidad esto, y cuando se complementa con una ingeniería y un diseño más holísticos y sostenibles existe un potencial real para promulgar un cambio significativo. Al mismo tiempo recién ahora estamos en un punto en el que la amplia comunidad de gobernanza de Internet está comenzando a comprender la importancia de abordar la sostenibilidad. No quiero exagerar; esta comprensión no es universal y aún queda mucho trabajo por hacer y muchas mentes por convencer.
El primer paso que hay que dar es comprender que tú puedes marcar la diferencia. La solidaridad es más importante ahora que nunca, y necesitamos tus habilidades, tu voz y, quizás aún más importante, tu voto en las elecciones políticas, en tu lugar de trabajo y en tus comunidades. No podemos, ni debemos, ver la sostenibilidad medioambiental, los derechos humanos y el cambio climático como algo separado. De hecho, están inextricablemente unidos en su núcleo y uno de los muchos hilos que los unen es Internet. Como ya he señalado antes, les diseñadores de software, les operadores de redes y las empresas tecnológicas tienen múltiples herramientas a su disposición para impulsar el cambio: desde promover métodos económicos circulares con sus compras (a través de procesos de adquisición basados en derechos), el desarrollo de redes y la elección de conjuntos de software, hasta prolongar la vida útil de sus equipos y luchar por el derecho a reparar los dispositivos más antiguos pero de alta calidad. Sin embargo, quizá sea aún más importante simplemente involucrarse. Considere la posibilidad de acercarse a nuevas comunidades, como la Green Web Foundation, ClimateAction.tech y la Association of Progressive Communications (APC), y de participar en foros, como el Foro de Gobernanza de Internet ("IGF") o la RightsCon, que pueden resultar desconocidos al principio, pero que merecen su tiempo y experiencia. El IGF 2020, por ejemplo, contará con una sección entera dedicada al medio ambiente (así como una dedicada a la inclusión), y cualquiera puede participar en estas sesiones, ya que es una plataforma abierta y se celebrará en línea en octubre y noviembre.
Por último, sin embargo, todes tenemos el deber de abogar por una tecnología más sostenible y ahora es el mejor momento para trabajar por una recuperación sostenible. Un componente sustancial de esa recuperación significa dar prioridad a cómo podemos seguir construyendo una Internet que sea más inclusiva, no sólo de las voces nuevas y marginadas sino también una que realmente anteponga el planeta y los derechos humanos a los beneficios.
Tenemos mucho trabajo que hacer y la colaboración será nuestra única salvación. Ayúdanos a conseguirlo.
Michael J. Oghia es un consultor, editor e investigador residente en Belgrado que trabaja en los ecosistemas de la sostenibilidad, la gobernanza de Internet y el desarrollo de los medios de comunicación. En la actualidad es el director de promoción y compromiso del Foro Mundial para el Desarrollo de los Medios de Comunicación (FMDM), miembro del comité directivo de la Coalición de Derechos y Principios de Internet (IRPC) y copresidente de la sección de Sostenibilidad Ambiental y Resiliencia Humana de la RightsCon. Michael tiene más de una década de experiencia profesional trabajando en la resolución de conflictos, el periodismo y los medios de comunicación, la política y el desarrollo en cinco países: Estados Unidos, Líbano, India, Turquía y Serbia. Michael también detesta referirse a sí mismo en tercera persona. Twitter: @mikeoghia